Augusta Foss de Heindel

jueves, 30 de septiembre de 2010

EL PODER DE LA MENTE (Carta de la Sra. Heindel de junio de 1931) - en you tube -


EL PODER DE LA MENTE
(Carta de la Sra. Heindel de junio de 1931)

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https://www.youtube.com/watch?v=QLRi-q_h59g&feature=youtu.be

El estudio de la filosofía revela que, en lo que concierne al organismo físico, el mismo plan general se ha seguido, tanto en la construcción de la forma animal, como en la del hombre, incluida la formación del cerebro. Si esto es cierto, entonces ¿por qué el hombre es capaz de pensar y razonar en tanto que el animal obra por obediencia a lo que se denomina el “instinto ciego”?

Es verdad que el cerebro humano está mucho más desarrollado que el animal, pero el cerebro animal contiene cierta cantidad de materia gris que, según los fisiólogos, es la agencia por la que se produce el pensamiento. Teniendo, pues, materia gris el animal, ¿por qué no expresa pensamiento y razón hasta cierto punto, por lo menos? Muchas y variadas han sido las hipótesis presentadas por el científico materialista para dilucidar este misterio aparentemente inexplicable pero, hasta la fecha, no se ha encontrado ninguna solución lógica a tan desconcertante enigma.

Sin embargo, para el científico ocultista, la explicación es sumamente fácil. Él sabe que el universo entero está construido de acuerdo con un determinado plan divino, y que todos sus procesos de crecimiento y desarrollo están bajo la dirección de seres inteligentes que trabajan con sistemática precisión en la preparación de las condiciones necesarias para producir los resultados apetecidos. Antes de que fuera usado el cerebro por el Ego como un instrumento para la consecución de conocimientos, fue necesario que alcanzara cierto grado de eficiencia. Cuando esto se logró, algunos de nuestra oleada de vida, grandes seres que, en la terminología rosacruz se conocen como los Señores de la Mente, irradiaron de sus cuerpos, hacia nuestro interior, el núcleo del material con el que ahora estamos empeñados en confeccionar una mente abstracta. Este germen de la mente se ha desarrollado hasta que, en nuestros tiempos, interpenetra la cabeza y los hombros de toda persona, y la rodea con un velo de sustancia mental o de pensamiento concreto. Con el tiempo, este velo se desarrollará hasta formar un vehículo, dentro del que el Ego podrá actuar como ahora lo hace en el cuerpo físico.

El cerebro no piensa. Sencillamente, es el instrumento por medio del que el Ego enfoca su conciencia sobre el plano físico por medio de la mente. El Ego es pensador y fue capaz de producir pensamiento antes de tener cerebro ni germen de la mente. Pero, hasta que no tuvo una mente propia, no fue capaz de pensar de manera independiente y reconocerse como un ser único y distinto de todos los demás. Cuando la mente se haya perfeccionado tanto que pueda usarse como vehículo en el que actúe el Ego, cada parte de él vibrará con pensamiento radiante y creador y entonces será posible irradiar de ese cuerpo de pensamiento gérmenes de sustancia-pensamiento que podrán ser usados por miembros de una oleada de vida menos evolucionada, para alcanzar el poder de la conciencia individual.

Los animales no poseen ese germen de la mente y, por tanto, no son capaces de pensar de manera independiente. Sin embargo, ya llegará el tiempo en que también posean el germen de la mente. Actualmente, los animales son dirigidos y guiados en sus actividades por el Espíritu Grupo, que los domina por medio del tercer tramo del cordón plateado, Todos los animales pertenecientes a una misma especie son dirigidos por el mismo Espíritu Grupo y a ello se debe el que, en iguales circunstancias, todos los animales de la misma especie reaccionen del mismo modo a los mismos estímulos.

El desarrollo de la mente individual es la obra particular que debe desempeñar el Ego en el tiempo presente, porque la razón es el único medio por el que el Espíritu, el “yo soy” puede alcanzar conocimientos por medio de la experiencia y, así, trocar sus latentes potencialidades en poderes dinámicos, listos para su uso en cualquier momento, bajo el dominio directo de la voluntad.

La sustancia mental es el material que usa el Espíritu para hacer concretas las ideas abstractas, dándoles tal forma y sustancia que el pensador las pueda emplear como imágenes mentales para producir creaciones materiales y tangibles que revelen si sus conceptos fueron formados de manera tal que puedan ser de uso práctico. El modelo mental de la idea y, aún, la idea misma, necesita, de vez en cuando, algún reajuste, antes de que la imagen material se haya perfeccionado. Pero cada esfuerzo del Espíritu resulta ser una valiosa experiencia y una acumulación de nuevos conocimientos.

Cuando se nos otorgó el primer germen de la mente, el Ego era sumamente débil, en tanto que el cuerpo de deseos era fuerte. La mente recién nacida se unió al cuerpo de deseos y así se mezcló con el deseo y se alió con la egoísta naturaleza inferior, de tal modo que, inmediatamente, le fue difícil al Espíritu dominar su cuerpo. A esta circunstancia se debe el que la mente, que debería ser el aliado natural y voluntario del Espíritu, esté enemistada con él y en connivencia con la naturaleza inferior. Está la mente, pues, esclavizada por el deseo. En su esfuerzo por dominar al cuerpo de deseos e imponerse a la mente, el Espíritu se ha fortalecido grandemente y ahora se está librando una gran batalla entre el Espíritu y el cuerpo de deseos por lograr el dominio de la mente. Es la batalla de Armagedón, que se está peleando dentro del alma de todo ser humano. Y todo el futuro del Ego depende de su resultado. El éxito del Espíritu significa progreso, crecimiento, conversión de las potencialidades latentes del Ego en poderes divinos. El éxito de la naturaleza inferior significa retraso, retroceso y, a fin de cuentas, disolución de los vehículos del espíritu.

Precisamente a esa situación se refería Pablo cuando dijo que el impulso carnal trae la muerte, en tanto que el impulso espiritual trae la vida y la paz.

Si la mayoría de la gente estuviera sin esperanza bajo el dominio de la naturaleza inferior, la Humanidad no peligraría solamente como individuos, sino que sería posible que destruyera el planeta en el que estamos evolucionando. En el séptimo estrato de la Tierra, las agencias que reconocemos como Leyes de la Naturaleza, residen como fuerzas peligrosas. Cuando progresa la moralidad de la gente, estas fuerzas mejoran en su comportamiento pero, cualquier flaqueza en la moral tiende a desatarlas, y hacerlas causar serios trastornos en el mundo. En cambio, el empeño en alcanzar altos ideales hace a estas fuerzas menos hostiles al hombre. Las fuerzas de ese estrato terrestre son los agentes generales de la justicia distributiva. Son las que ocasionan las inundaciones, las tormentas destructoras, los volcanes y terremotos. Y también la formación benéfica de aceite, carbón, minerales, etc., que van a enriquecer a ciertas personas según sus merecimientos.

A la luz de lo que acabamos de decir, es cosa que asombra el saber que durante los últimos cuatro meses, se han producido más de cuarenta y tres terremotos, y que los volcanes están activándose de nuevo.

Sabiendo que estas cosas son verdaderas, la pregunta siguiente se formula de manera natural: ¿Por qué permitimos que nuestro cuerpo de deseos nos gobierne, arrastrándonos hacia la completa destrucción? ¿Por qué no lo dominamos y brindamos así al Espíritu su completo dominio? La verdad es que las grandes masas de la gente ignoran el hecho de que están siendo gobernadas por sus deseos; y, además no sienten ningún anhelo por aprender estas verdades. Su principal propósito en la vida consiste en empeñarse en gratificar su pasión dominante, que no mencionan; y, para hacerlo, compran ropas finas, automóviles, casas, tierras, acumulan caudales, buscan experiencias sensacionales y corren locamente de un lugar a otro en busca siempre, sin hallarlo nunca, de lo que les brindará la felicidad que tanto ansían. Y su mente, que está tan perfectamente aliada con sus emociones dominantes, está ocupada, casi exclusivamente, con las actividades que esperan les produzcan el bien apetecido. Los amigos, el hogar, la posición, el respeto, el poder, todo, a menudo, se sacrifica a fin de dar rienda suelta al monstruo dominante de alguna pasión, como la bebida, las drogas heroicas, etc. que, paulatina pero indefectiblemente, llevan a la completa destrucción.

Si nos empeñamos en mostrar la razón a las masas de nuestros días, si queremos enseñarles la grandeza de su necedad, ¿cuál es la respuesta que recibiremos? “oh, deje de predicarnos! ¿Qué importa lo que suceda mañana? Yo busco experiencias sensacionales, he de pasar el tiempo divertido, quiero conocer la vida.” Y la vida, para ellos, significa satisfacer sus bajos impulsos. Y así la necia búsqueda continúa y la efímera quimera está siempre a poca distancia pero nunca se alcanza. En nuestros días, la tristeza, la enfermedad o la desgracia agobiadora parecen ser la única manera de frenar esta demanda desmedida de concupiscencia de la carne. Así, por lo menos, se le da al Espíritu
la oportunidad para lograr el suficiente dominio de la mente y obligarla a hacer caso de la razón.

Amigo, ¿se ha empeñado usted, de verdad, en dominar su mente, en mantenerla fija y enfocada en un punto determinado durante cierto tiempo? Si lo ha hecho, comprenderá la tarea que tiene ante sí cuando se empeña en frenar a este miembro rebelde y sujetarlo bajo el dominio del espíritu. A veces, parece que la tarea es imposible. Sin embargo, es bien factible. Pero se logra sólo por la fuerza de voluntad y el esfuerzo continuo. Nada hay que perder y mucho se puede ganar.

Con esto queremos decir que se puede lograr el cumplimiento del propósito de la vida, que es el desarrollo de una mente obediente y creadora, una voluntad independiente, una despierta conciencia de sí mismo y el poder espiritual: la consecución de la divinidad. ¿No vale la pena?

Las condiciones en las que existimos y el mundo en que vivimos son todo lo buenos que, colectivamente, los hemos hecho. Si no nos gusta lo que hemos creado, la situación no es irremediable. Como individuos, podemos cambiar nuestra manera de vivir y, con el tiempo, cuando merezcamos el galardón, automáticamente, se nos sacará de nuestro presente medio ambiente. No olvidemos que todas las cosas obran conjuntamente para el bien y que, a fin de cuentas, la justicia vencerá sobre el mal. Pero nosotros, como individuos, tenemos la posibilidad de continuar haciendo el mal, hasta que la enfermedad y la aflicción nos obliguen a obrar con rectitud o, por el contrario, aliarnos consciente y continuamente con la justicia y, así, no sólo ayudarnos a nosotros mismos, sino convertirnos en radiantes ejemplos que alumbrarán el sendero para otros que anden en busca de la verdad. Los mejores sermones del mundo no se predican siempre por medio de la palabra. El poner en práctica lo que se comprende que es justo es más convincente y mucho más trascendental en sus efectos, de lo que pueda serlo la oratoria del púlpito.

Durante el mes venidero, examinémonos diariamente con el propósito de descubrir si nuestras acciones van impulsadas por nuestros deseos o por el Ser Superior, el omnisciente Espíritu.
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martes, 28 de septiembre de 2010

La mujer y su obra (Carta a los Estudiantes, de julio de 1929, por la Sra. Heindel)

La mujer y su obra
(Carta a los Estudiantes, de julio de 1929, por la Sra. Heindel)

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https://www.youtube.com/watch?v=LiWd_bqq1Bw

Si fuéramos a creer la profecías y las pruebas que sirven a los augures de desgracias y a los pesimistas para llegar a conclusiones concernientes al futuro destino de la mujer moderna, estaríamos para creer que la Humanidad va por una ladera deslizándose precipitadamente hacia el infierno.

La era de la libertad y de la emancipación de la mujer a que hemos arribado, ha sido causa de inevitables controversias, que es lo que siempre ha sucedido cuando se ha efectuado algún cambio en el mundo. La gente, por regla general, es pesimista, dispuesta siempre a comparar negativamente el período en que viven, en relación con el en que vivieron sus antepasados; así, a menudo, se dice que la Humanidad era más pura y virtuosa en tiempos pasados. Pero, basta leer la Biblia y la historia antigua, con todas sus guerras y matanzas, para convencernos de que nuestros antepasados eran más pecadores y rebeldes de lo que lo somos nosotros en la actualidad. Mirando hacia atrás en la historia, encontramos que cada edad ha tenido sus vicios y sus virtudes.

En toda época, en la historia de cada país, podemos trazar la influencia de la mujer modelando el destino de los pueblos, y ver cómo su refinamiento ha logrado sostener al hombre para que no cayera en la brutalidad. La pura y dulce naturaleza de la mujer, al par que su inspiradora influencia, han infundido valor y perseverancia al sexo fuerte. Entre los dolores y las labores del alumbramiento, ha dado al país sus grandes hombres. Sobre la madre ha recaído la responsabilidad de proporcionar una forma a la vida de sus hijos. Su cuerpo ha sido la cuna donde se ha abrigado el diminuto cuerpecillo que ha de ser habitado por el ego que viene. A ella le ha encomendado Dios las vidas y, en gran parte, la modelación de los caracteres de los hombres, que han servido de instrumentos para la construcción de las grandes ciudades de nuestros países. Y, por todo ello, miramos a la mujer como el más poderoso factor en la obra del mundo. Si fuera posible hacerla comprender y que despertara al sentimiento de la magnitud de su poder, si pudiera darse cuenta cabal de su potencia y de la influencia que tiene para el bien o para el mal, haría mejor uso de su tiempo y de sus oportunidades.

Se nos dice en la página 42 del Concepto Rosacruz del Cosmos que la mujer, en la antigua Lemuria, fue la originadora de la cultura. Se la enseñó a desarrollar la imaginación, y las primeras ideas sobre el bien y el mal fueron expresadas por ella. Desarrolló la idea del “bien vivir” y, a este respecto, ha ido a la vanguardia siempre.

Es hacia la mujer hacia la que la Humanidad debe volver los ojos para redimirse del pecado y del sufrimiento. La madre ha sido el símbolo de la fe y del amor para sus hijos. Y no importa cuán a menudo pequen o cuántas veces se aparten de la senda del honor y de la rectitud, llevan en sus corazones implantados los ideales de pureza y de amor. La maternidad es el mismo cimiento sobre el que todo el mundo reposa. Abraham Lincoln rindió el siguiente tributo a su madre. “Todo cuanto soy o cuanto espero ser, se lo debo a mi madre.”

Allí donde las mujeres son fuertes y virtuosas, los países prosperan, pero lo contrario sucede allá donde la moral de la mujer se relaja. Los augures de calamidades se pasan la vida diciendo que la mujer de hoy en día se está dando al diablo y arrastrando al hombre con ella. Pero, si comparamos la situación del presente con la que nos muestra la historia de las edades pasadas, llegamos a la conclusión de que los tiempos y la evolución del hombre han dado origen a cualidades en la naturaleza de la mujer que son indispensables, dadas las condiciones de la existencia en la actualidad. Cada paso hacia delante trae consigo sus problemas y sus cambios.

Siempre tropezamos con un elemento de la sociedad que es apto para usar de su influencia en la accesión y diseminación del mal; por lo general, se halla entre los ricos ociosos y las gentes pusilánimes por naturaleza. Así lo dice el viejo proverbio: “En la cabeza de los ociosos el diablo monta su taller”. La mujer ociosa fácilmente se enreda con compañías que la arrastran hacia abajo; es como la mariposa, que se lanza sobre la llama, que le chamusca las alas.

Vemos que, con frecuencia, la mujer que se mantiene muy protegida contra las asperezas de la vida se desarrolla con carácter débil y que, cuando llega el tiempo de la adversidad, cuando las circunstancias la arrojan al inmisericorde y cruel mundo, es incapaz de gobernarse y hacerse dueña de la situación. Cuando la protección continúa todo el tiempo, se torna egoísta, centra todas las cosas en sí misma, haciéndose egocéntrica. Tal mujer es, por regla general, inepta para abrirse camino en el mundo y se pierde con mayor facilidad que su otra hermana más libre, la mujer que se ha pelado los codos contra las rigurosidades del mundo; ésta, con la mayor facilidad, sale incólume en las grandes pruebas de la vida.

La independencia sin precedentes de que la mujer disfruta hoy, se ha subido a la cabeza de algunas de nuestras hermanas más débiles, que se han convencido de que libertad es sinónimo de licencia. Afortunadamente, el número de estas desventuradas es una minoría.

A causa de la publicidad que se da a los actos de las mujeres que se salen de lo ordinario, el mundo está pronto a sacar conclusiones consistentes en juzgar la moralidad de todo el sexo por lo que hacen unas cuantas “adelantadas”, a las que les encanta ponerse a la luz del proyector para mejor atraer la atención. Mas, juzgando las cosas con serena crítica, imparcialmente sopesando la presente situación y teniendo en cuenta cuál es, en realidad, el estado mental y moral de la mujer moderna, hay que sentirse orgulloso de ellas y de su intelectualidad, viendo en qué nivel tan superior están en comparación con sus antepasadas femeninas. En consecuencia, tenemos que reconocer que las innovaciones del presente han de dar muy satisfactorios frutos en lo venidero.

En el día de hoy, muchas mujeres son ejemplos vivientes de fortaleza y de perseverancia, siendo esto una demostración de lo que ellas pueden hacer de sus vidas con el recto uso de su libertad. Algunas, encarrilándose en el mundo de los negocios, tal vez se vuelvan hombrunas, pero ésas cuentan sólo entre la minoría. La mujer moderna ha adquirido natural independiente, posee individualidad que le da mayor encanto del que tuvieron sus antecesoras, las del tipo negativo, semejantes a las enredaderas, que tienen que apoyarse en algo para no rastrear por los suelos.

La mujer es ahora libre, pudiendo pensar y obrar por sí misma. ¿No tendrá tal situación algún efecto sobre sus hijos? La maternidad, a una mujer bien equilibrada, le añade nuevos encantos, y sus hijos resultarán también equilibrados, como efecto del carácter firme de la madre. Además, estas firmeza y serenidad mentales la harán verdadera compañera para el hombre a quien elija para esposo. Comentando “las bellezas del balneario” en los Estados Unidos, Arthur Brisbane dice: “Un traje de baño y lo que éste deja ver cuentan poco en materia de belleza. La belleza está en el cerebro, en la expresión de los ojos, y no en los hoyuelos, los rizos ni en los contornos o llanuras de las formas, que ya están pasados de moda.” La muchacha sobreenaguada, tímida y ruborosa ha desaparecido, ojalá para siempre; en su lugar, tenemos a la muchacha de franco continente, libre en sus movimientos, sin sobrecarga de ropa, mostrando el talle en su lugar, pelo recortado, quemada por el sol, atlética en sus ejercicios corporales, que perdió la mojigatería para convertirse en un buen camarada. Tiene ideas propias y no se deja gobernar a ciegas por las ideas de los demás; la muchacha moderna piensa por sí misma, se ha individualizado.

En los tiempos del pasado, las muchachas tenían que casarse según los padres lo decidieran; ellas no se atrevían a desobedecerles, aún cuando el marido elegido les repugnara; no tenían derecho a la elección; había que someterse a la voluntad paterna. Al presente, los padres no pueden ejercer coacción sobre su hija, porque ella está, de todo punto, determinada a elegir por sí misma. A causa de esta independencia de pensamiento y acción, se dice que las muchachas son obstinadas; los padres se quejan de que la hija es atrevida, porque discrimina a quién es al que quiere entregarse en matrimonio. La muchacha moderna ha perdido el miedo a la oscuridad, al sol y al viento; se ha convertido en la niña mimada de la naturaleza y – en el caso de las que no han aprendido a beber y a fumar - ¡qué madres tan exuberantes de salud llegarán a ser! Y, con todo eso, la muchacha moderna ha conservado su pureza y sanidad interior.

Por desgracia, hay un tipo de mujeres que están usando de su libertad del modo más indigno y más peligroso: su descarado y vulgar despliegue de riqueza y sus extravagancias están produciendo la más lamentable influencia sobre los pusilánimes de ambos sexos que, por espíritu de imitación, tratan de copiar lo que ven, saliéndose de sus medios. El amor al lujo es responsable de muchos de los crímenes del día, cometidos tanto por hombres como por mujeres; pero hay que tener presente que siempre ha sucedido lo mismo, y esperar que muchos de esos males se remediarán gracias a la misma emancipación de la mujer.

Emerson dijo: “Siendo las mujeres las más susceptibles, son por eso los mejores indicadores de lo que está por suceder en el conjunto.”

sábado, 25 de septiembre de 2010

La cuna de la Religión (Segunda parte) (Carta de la Sra. Heindel a los estudiantes, de 1 de septiembre de 1930) - en you tube -


La cuna de la Religión (Segunda parte)
(Carta de la Sra. Heindel a los estudiantes, de 1 de septiembre de 1930)

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https://www.youtube.com/watch?v=ery8SID_F44&feature=youtu.be

El tiempo de Moisés, cuando los israelitas fueron unificados, es considerado como el período creador en la historia de la religión occidental. Fue éste el fundamento de una época religiosa nueva y, después, grandes profetas aparecieron en el mundo, dando a este tiempo mayor distinción y edificando sobre las formas mosaicas de la religión. Bien pudiéramos decir que ayudaron a construir la carne alrededor de los huesos o esqueleto, que fueron, en verdad, formados por Moisés y sus seguidores inmediatos.

Moisés no fue el primero que dio a conocer la religión del Dios Jehová, pero edificó en derredor de ese Dios una nueva fórmula de adoración. Se construyó un santuario primitivo, que Jehová usaba como trono, y los diez mandamientos constituyeron el fundamento sobre el cual descansó la instrucción religiosa de aquel Dios. Para los israelitas, Jehová era un Dios viviente, belicoso y vengativo, que todos hacían bien en temer. Esta raza pueril, un pueblo primitivo que era cual niño en sus creencias y comprensión de los asuntos superiores, no poseía una historia escrita de la religión. No tenía Biblia, tal como la que hoy tenemos, pero recibía instrucciones por vía de la palabra hablada. La religión se les enseñaba por inspirados sacerdotes y profetas, por medio de canciones, salmos, antiguas inscripciones encontradas en las losas, etc. La historia de la creación se completó con fragmentos, un hilo de aquí y otro de allá que, paulatinamente, fueron entrelazados para formar la historia de la creación, tal como se da en el Génesis.

Parece que Abraham y sus descendientes fueron destinados a hacer una colección de verdades espirituales. Isaac y Jacob merecen especial honor por la loable labor que realizaron en el establecimiento de la religión aria. Este conocimiento religioso se impartió a sus descendientes mas, debido a la apostasía y a las prácticas idolátricas, la fe en un solo Dios había casi desaparecido cuando Moisés empezó a reunir los fragmentos de estas antiguas verdades. Mandó edificar un santuario material para darle morada, pues sólo lo que los ojos podían ver y las manos tocar, alcanzaba a hacer impresión duradera en la mente infantil de aquella primitiva raza. La mayoría de los hebreos no creían en un Dios. Sus dioses les eran conocidos únicamente por medio de sus ídolos, de los que había muchos y de varias índoles. La Biblia registra el hecho de que Aarón hizo un altar y puso sobre él un becerro de oro, que fue objeto de adoración por parte de los hebreos, mientras su caudillo, Moisés, recibía la Ley en comunión con el Dios de la raza, Jehová, en el Monte Sinaí. Sin embargo, éste era el pueblo escogido, destinado a ser el portador de la nueva religión, la religión del cordero, Aries. Se les destinó a ser la raza-raíz de la Época Aria, pero la religión antigua, la del becerro, del toro, de Tauro, de vez en cuando surgía, entre los más rezagados de este pueblo de antaño.

Cada vez que el sol, por precesión, entra en un nuevo signo del zodíaco, lo que tiene lugar, aproximadamente, cada 2.065 años, una raza-raíz se escoge para introducir una nueva forma de religión; pero estos períodos se solapan y los pueblos, así como las formas de religión, mudan de manera paulatina, como bien nos damos cuenta al leer el Antiguo Testamento. Cuando el mundo empezaba a prepararse para la época de Piscis, profetizó Isaías ese cambio, más de seiscientos años antes de Cristo y, ya en aquel tiempo tan temprano, predijo el advenimiento de la Virgen y del Niño, el ideal religioso de la nueva época que habría de venir. Profetizó respecto del nuevo Mesías que reinaría por siempre jamás:

“Y saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y harále entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oyeren sus oídos, sino que juzgará con justicia a los pobres y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad, ceñidor de sus riñones. Morará el lobo con el cordero, y el tigre con el cabrito se acostará, el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos y un niño los pastoreará.”

La Biblia, las enseñanzas de cuyos cinco primero libros se atribuye a Moisés, fue ampliada, de vez en cuando, por los profetas, que iban agregando los conocimientos que iban recibiendo de fuente divina por medio de la Iniciación. En aquel entonces, la mente del hombre estaba más propicia, más cercana al reino espiritual, que ahora, y más capaz, por tanto, de entrar en relación con los Maestros Divinos. Por eso el Antiguo Testamento nos habla de tantos profetas, sinceros y fervorosos, que recibían dirección de lo alto. Estos profetas, se nota fácilmente, se mencionan menos a medida que se acerca el fin del Antiguo Testamento. Gradualmente, se añadieron libros y la Biblia se ampliaba cuando estos inspirados profetas aparecían para preparar el advenimiento del Señor, aquel Señor Jesucristo que habría de ser el pilar verdadero de la religión de la venidera Época de Piscis.

La Virgen y su Niño representan el sigo opuesto a Piscis, es decir, Virgo; y, durante el período de la religión pisciana, el ideal de la maternidad habría de ser elevado y reverenciado. Así pues, durante todo este período pisciano, observamos que la mujer es la verdadera inspiración y potencia de la iglesia. Podemos, pues, notar un diseño religioso que pasa por el entero sistema de religiones, y por virtud del cual, la preparación de una nueva religión se incluye en la antigua, preparando y acomodando la vieja religión a la nueva, a fin de que se adapte a los cambios que se efectúen en el cosmos.

Con los grandes cambios mundiales, ocasionados por la peregrinación precesional del sol al pasar de un signo a otro, tienen lugar transformaciones importantísimas en la propensión mental de la gente, que requieren, naturalmente, una variación paralela en la forma de adoración. El astrólogo describe el temperamento de los diversos tipos de individuos que nacen bajo la influencia de los diferentes signos del zodíaco, describiendo al tauriano, por ejemplo, como una persona estólida, terca, malhumorada, pero muy amante de la familia. La gente que vivió durante la última parte de la época Atlante fue gobernada por el signo de Tauro, cuando imperaba la adoración del toro y del becerro. Luego, vino el signo del cordero, Aries, y encontramos a los agresivos y bélicos arios, gobernados por Marte.

Fueron los semitas originales que, por medio de la guerra y el derramamiento de sangre, lucharon por la libertad. El ario es siempre caudillo, nunca un simple seguidor, y así encontramos que la paternidad de la religión occidental puede atribuirse al antiguo pueblo ario. Y veremos dos tipos distintos de hombres, representando las influencias de los dos signos, Tauro y Aries, tipos que aparecen a lo largo de todo el Antiguo Testamento. En él podemos, en verdad, seguir el sendero evolutivo de la religión y ver cómo todo se entrelaza con las influencias astrológicas ocasionadas por el paso del sol, por precesión, a través de estos dos signos. Podemos observar las mentes y las vidas, así como las leyes y la religión, cambiando y amoldándose, de conformidad con el temperamento del signo que domine en cada período concreto.

Durante la Época Aria, los seguidores de Moisés, y también los caudillos espirituales que ayudaron en la formación de la religión posterior, comprobaron que era sumamente difícil hacer que la gente siguiera bajo su dirección, pues parecía que siempre andaba en busca de otros dioses y caudillos. Mas, un cambio radical se observa después de que el sol, por precesión, entró en el orbe del negativo y acuoso signo de Piscis. No fue hasta el primer siglo después de Cristo, menos de cien años antes de que fueran aceptados oficialmente los recopilados libros del Antiguo Testamento y que la Biblia Judía aumentada fuera aceptada pro la iglesia hebrea, que el historiador Josefo (38 a 100 después de Cristo) ocupó algunos años estudiando con los esenios en el desierto. Después, cuando se adhirió a los fariseos, hizo una colección de historias hebreas, que más tarde tradujo al griego. Esta historia ha sido usada en el canon.

La recopilación de libros que forman el Antiguo Testamento y que fueron aceptados por la iglesia cristiana, no constituyen todos los libros sagrados. Lo cierto es que esta colección del Antiguo Testamento no está del todo completa, pues se han excluido buen número de valiosas profecías. Algunos de los escritos más inspirados se encuentran entre los libros apócrifos que las iglesias protestantes desdeñan. Estos escritos apócrifos se encuentran pletóricos de hermosas y útiles verdades espirituales. Mucha historia valiosa, por ejemplo, está escrita en los Macabeos, historia que llena un vacío entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. No obstante, algunas iglesias aún amenazan a sus fieles con el pensamiento de temor: “Dude usted cualquier cosa de la Biblia y se condenará, porque la Biblia es la palabra de Dios.” Además, reclaman que la Biblia es la palabra literal de Dios y que es infalible. Esto ha tenido como consecuencia directa el que muchos sinceros y devotos estudiantes se decepcionasen y se sintiesen instados a repudiar las enseñanzas de su iglesia, quedando así enemistados con la Biblia. Mas si, por ventura, se les hubiera enseñado que aceptasen la Biblia como una historia preciosísima del hombre, escrita por profetas santos e inspirados y conteniendo múltiples verdades esotéricas de alto valor, no cabe duda de que la hubieran aceptado con mayor beneplácito.

Si la Biblia se lee con estos pensamientos in mente, proporciona al buscador el ánimo y el ímpetu para buscar esas joyas de verdad que se ocultan en las páginas de este inspirado libro. Tomemos, por ejemplo, la parte desechada de la historia de los judíos, el apócrifo libro segundo de Esdras, que nos brinda algunas profecías veladas, cuya luz no han comprendido nuestros exégetas modernos. Estudiemos dichos sabios del Eclesiástico, especialmente el útil capítulo segundo, y recibiremos, tal vez, tanto auxilio y consuelo como nos suministran los escritos de Pablo en el capítulo doce de su Epístola a los Romanos.
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LA CUNA DE LA RELIGIÓN (Carta de la Sra. Heindel a los estudiantes, de 1 de agosto de 1930) - en you tube -


LA CUNA DE LA RELIGIÓN
(Carta de la Sra. Heindel a los estudiantes, de 1 de agosto de 1930)

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https://www.youtube.com/watch?v=ery8SID_F44&feature=youtu.be

Al mirar hacia atrás la historia del hombre y del universo, nos esforzamos por formarnos un cuadro imaginativo del comienzo de la religión, tal como nos lo refiere la iglesia ortodoxa basándose en el libro del Génesis. La mente poco evolucionada se imagina a un hombre fornido, que se sienta sobre un trono, y crea los cielos y la tierra y todo lo que en ella se encuentra, en siete días. Y, después de haber hecho al hombre a su semejanza, lo pone en un hermoso jardín entre las más bellas frutas y flores: “Y mandó Jehová Dios al hombre diciendo: De todo árbol del huerto comerás, mas del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, no comerás.” (Génesis 2: 16-17).

Después de haber dado Dios este mandamiento a Adán, le creó, como compañera, una mujer. Más tarde, el Espíritu tentó a la mujer para que comiera de la fruta que Dios había prohibido y ella, entonces, tentó a su consorte, el cual también comió.

Esta historia se ha traducido y enseñado de manera literal y ha llegado a perturbar la fe de múltiples presuntos cristianos. Imaginémonos una mujer de nuestro tiempo en iguales circunstancias. ¿Qué haría ella si se le prohibiera comer de determinada fruta del jardín? ¿Verdad que la desearía mucho más que la fruta que se le ofrecía gratuitamente? Pues, debido en parte a esta afirmación del Antiguo Testamento, la mujer, durante siglos, ha sido sometida a la autoridad del hombre.

Sin embargo, a medida que evolucionan la intelectualidad del hombre y sus facultades de raciocinio, rehusa aceptar esa interpretación y empieza a buscar la verdad. ¡Y qué maravillosos son los misterios que descubre quien verdaderamente busca las cosas ocultas de Dios! Encuentra que el Jardín del Edén es un lugar santo; que existe, hoy como siempre, un reino grande y natural, la región Etérica, donde los hombres andaban y hablaban con Dios, donde vivía el hombre-dios, el espíritu verdadero que se manifestó en la Época Lemúrica. Allí los humanos se comunicaban con los ángeles. Entonces era el hombre puro y santo. No conocía el pecado. Y los cielos, para él, estaban abiertos. Pero había sido hecho a imagen y semejanza de Dios y, para que fuera semejante al Padre, era necesario que alcanzara gran sabiduría, el conocimiento y la comprensión de su origen. Por tanto, hubo de manifestarse en un cuerpo compuesto de la sustancia de la tierra, la que tenía que aprender a vencer. El hombre terrenal fue sombreado por el espíritu hasta que el cuerpo físico alcanzó tal desarrollo que el hombre espiritual pudo emplearlo para actuar en él.

Entonces se convirtió el hombre en alma viviente.

En esa etapa, la Caída del hombre, cuando el espíritu y el cuerpo animal se encontraron, empezó el conflicto por la supremacía. Ahora domina, a veces, el hombre animal y otras veces es más fuerte el hombre espiritual. Esta lucha ha ocasionado el desarrollo del alma, pues sólo por virtud del conflicto, el dolor y el sufrimiento, puede lograrse el desarrollo espiritual. Durante esta lucha, el cuerpo va purificándose y perfeccionándose de modo paulatino.

El Jardín del Edén fue un estado en el que el hombre vivía consciente de los mundos celestiales. Pero, a medida que se introducía en la existencia material, iba quedando de aquel estado celestial sólo un vago recuerdo. Éste, sin embargo, esto tuvo que manifestarse en la acción. Y, cuando se expresaba, lo hacía en forma de religión. En su gran anhelo por recordar aquel lejano hogar espiritual, formuló un método de adoración. Los esfuerzos del hombre primitivo por dar expresión a su fe y a su anhelo de aquella Deidad que aún podía sentir aunque no ver, fueron el origen del simbolismo y de las ceremonias mediante las cuales lograba suscitar sus emociones. Durante aquellos tiempos de emoción, lograba, de vez en cuando, comunicarse con los reinos superiores, que ya se le habían cerrado. Y así, la religión se convirtió en un medio por el que recordar y darse cuenta de su divina esencia. Sin embargo, la religión tuvo su verdadero principio en el despertar de la facultad del raciocinio en el hombre.

El hombre primitivo tuvo necesidad de la presencia de Dios en una gran variedad de formas. Y se manifestaba en las que mejor se acomodaban a la inteligencia del adorador. El hombre lo veía, a menudo, en el relámpago y creía que, de esta manera, demostraba su enojo, vomitando fuego sobre la tierra. Oía su potente voz en el rugido del trueno. También se manifestaba Dios en las estrellas. El indio americano adoraba y oraba a su Dios poniéndose de pie en la cúspide de una colina y tomando al sol como símbolo del Ser Supremo. Conceptuaba el fuego como señal de gran poder, como cosa misteriosa que había que temer y adorar. Para el salvaje, era el símbolo de la Deidad. Sus bailes espirituales se efectuaban alrededor del fuego Podía despertar en él, con mayor facilidad, la imagen de la Deidad, por medio de los excitantes bailes de fuego y de serpientes. El Jardín del Edén, el mundo espiritual abríase para él merced a sus emociones, que despertaba mediante inauditos esfuerzos.
Al investigar sobre el origen de las diversas religiones del mundo, vemos que sus semillas se plantaron por mensajeros espirituales. Hemos visto un caso semejante registrado en la Biblia cuando el hombre, por su depravación e idolatría, había degenerado de tal manera, que se hizo de imperiosa necesidad la venida de un redentor. Moisés fue el escogido por el Señor para cumplir esa misión. Su vida fue planeada previamente. Una princesa lo adoptó, lo educó como hijo adoptivo del faraón y lo preparó para ser un caudillo. Durante su visita al sacerdote Jetro, en Madián, llegó a sentir vivo interés por los Misterios del Templo Al pie del monte Sinaí recibió una revelación divina y Dios se le apareció en una zarza ardiente.

Después, se convirtió en libertador de su pueblo, el judío. Antes de granjearse la confianza y la lealtad de este pueblo singular, tuvo que efectuar muchos ritos extraños. Gracias al desarrollo de su sexto sentido, fue capaz de comunicarse directamente con los caudillos de lo alto, que le daban instrucciones y, mediante su dirección, pudo hacer grandes señales y maravillas.

Los dioses, en los días de antaño, podían trabajar libremente con la humanidad por medio de los Espíritus de Raza, que dominaban al pueblo. Muy especialmente, así fue en el caso de los israelitas, debido a su costumbre de casarse siempre dentro de la propia raza, pues consideraban como un pecado muy grave el mezclar su sangre con la de otros pueblos. Esto creó, como consecuencia natural, una aversión contra los gentiles, que aún hoy día se hace sentir entre muchos judíos.

Los patriarcas hebreos de aquel entonces eran capaces de entrar en comunicación con los dioses, porque su espíritu gregario los mantenía en relación con la Región Etérica. Así, Moisés y su hermano Aarón lograron reinar sobre este raro pueblo que había sobrepasado la conciencia de las masas. Sus antepasados fueron los Semitas Originales de la Atlántida porque una minoría de ellos fueron leales a sus caudillos espirituales pegándose tercamente a su raza y tribu, y así fue cómo se les empleó por los Señores del Destino como progenitores de la presente raza aria.

Moisés, el hijo adoptivo del rey de Egipto, leal a su propia raza y sangre, mató a un oficial egipcio que encontró maltratando a una esclava judía y, debido a este acto, tuvo que huir al desierto. El “huir al desierto” es símbolo de una de las supremas pruebas que deben pasar los candidatos a la Iniciación, en alguna ocasión, a lo largo del Sendero. Estas pruebas o exámenes no son siempre de igual naturaleza, pues difieren según el temperamento y el carácter de la persona probada.

Moisés fue preparado para la Iniciación gracias a su relación con los escogidos de Egipto. Su madre adoptiva, la hija del faraón, era sacerdotisa de Hator y, como es natural, su hijo adoptivo, cuya educación fue dirigida por ella durante más de cuarenta años, de conformidad con la ley egipcia, fue Iniciado de la misma Orden. Moisés, antes de romper su relación con los egipcios, fue sacerdote en Heliópolis, a fin de convertirse en salvador de los hebreos. Él fue el fundador de la primera iglesia pues, en verdad, el Tabernáculo del Desierto fue el primer esfuerzo por unir a la humanidad en una comunidad para la adoración de Dios. Moisés hizo de esta adoración una ceremonia pública. Antes de él, los sacerdotes adoraban en secreto y los ricos que podían mantener el gasto, empleaban los servicios de un sacerdote, que se alquilaba para salvar las almas de aquella familia únicamente. Los pobres, que no podían pagar estos privilegios, eran abandonados para que flotaran dondequiera que la marea llevase su embarcación espiritual.

Naturalmente, la idolatría abundaba entre los egipcios de antaño. Moisés pasó por grandes dificultades después de guiar a los israelitas a la Tierra de Promisión, al cuidar de que no se dedicaran a la adoración de ídolos, puesto que siempre estaban dispuestos a renegar de su Señor y regresar a las prácticas idolátricas. A fin de apartarlos de estas tendencias, resultó necesario someterlos a una ley muy rigurosa y, bajo la dirección de las Jerarquías Divinas, se estableció un sistema de ritos y ceremonias que, cual una cerca, les brindaba protección y nunca dejaría de ser fuente de continuo progreso. El gobierno entero y sus leyes fueron establecidos para que rigieran de acuerdo con la iglesia. Había una ley moral y una ley ceremonial. Ésta se guardaba escrupulosamente y tenía por fin conservar la verdadera religión.

Esa religión se fundó con el propósito de preparar el cambio hacia el Evangelio de Cristo, el Gran Maestro pues, ¿no nos dijo Pablo que el Tabernáculo era la sombra de las buenas cosas por venir? Los profetas imprimieron en las mentes del pueblo el hecho de que tenían que prepararse para la liberación y esperar en el futuro la gran salvación, y que ese estado feliz les sería proporcionado a los judíos por un liberador, un Mesías, el Ungido, cuyo advenimiento sería como el de un gran rey, un gobernador que vestiría regias túnicas y vendría a la cabeza de un enorme ejército de guerreros que derrotaría completamente al enemigo. El ideal de un reino temporal y terrenal estimulaba la imaginación de este pueblo. Se esperaba que el Mesías elevara a la nación judía a la gloria material. Su advenimiento fue pronosticado en fecha temprana Los acontecimientos relacionados con Moisés acontecieron, según la crónica, hacia el año 600 antes de Cristo.

Este pueblo no podía creer en un Redentor Espiritual, un Salvador de almas. Los israelitas solían dividir la historia del mundo en dos grandes épocas: La primera abarcaba desde el principio del tiempo hasta el advenimiento del Mesías e incluía el período en el que vivían a la sazón. La segunda época, que ellos esperaban, sería una edad en que la rectitud y la paz reinarían triunfantes.

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OTROS MUNDOS
(Carta de la Sra. Heindel de mayo de 1929)

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Sir Jagadis Chandra Bose, el botánico hindú de fama mundial, ha perfeccionado un instrumento de tan extremada sensibilidad que con él está demostrando a los científicos la unidad de la vida en todo. Tal instrumento hace palpable el hecho de que las ondas de vida en el mineral, las plantas y los animales, constituyen una múltiple unidad. El botánico hindú ha probado al mundo que hay estremecimientos, un pulsar, como la palpitación de los corazones hasta en el más diminuto átomo de las sustancias vivas. Él asegura que los árboles tienen algo que equivale al corazón, que palpita al compás del movimiento de la savia, cuando ésta asciende o desciende.(1)

Mr. William H. Pick, en un Artículo del “Glasgow Herald” dice que, en sus estudios sobre las gotas de agua de lluvia, ha hallado en el centro de las mismas, una pequeñísima partícula de materia extraña, que él conceptúa sea del todo necesaria para su existencia. Las gotas de lluvia, agrega, son una de las cosas más mágicas de la naturaleza. Cuando la atmósfera obra sobre ellas, se producen cargas eléctricas que determinan el rayo aterrador, seguido del retumbante trueno. Estas pequeñas gotas de lluvia son también las productoras del arco iris. Todo lo que el hombre puede ver en la naturaleza, en forma material, es producido por alguna fuerza o poder invisible.(2).

Todos estos misterios se han puesto en claro ante la luz de la razón por medio de los maravillosos instrumentos que poseemos al presente. La investigación, nos dice Bose, prueba la unidad de la vida e indica que las barreras que han separado a las diferentes oleadas de vida han de desaparecer gracias al mejor conocimiento que se vaya adquiriendo de los mundos invisibles. A medida que el hombre desarrolle su poder espiritual, desarrollará y afinará órganos, dentro de su cerebro, que lo capacitarán para ver, sentir y oír las más sutiles manifestaciones de la vida que, al presente, sólo pueden ser percibidas por medio de instrumentos de supermagnificación y supersensibilidad. En el futuro, el hombre manejará esas fuerzas de lo invisible con la misma maestría con que hoy maneja las fuerzas materiales. Los éteres entrarán bajo su control y se servirá de ellos como en la actualidad hace con la electricidad o el vapor. Descubrirá, con el tiempo, que todo lo que es de naturaleza material puede ser convertido en esencia espiritual, una vez sepa cómo hacerlo. Si pudiese conocer a fondo cuál es la composición real de cada sustancia material, sea mineral, vegetal o animal, lo mismo que la sustancia de que su propio cuerpo está hecho, se convencería de que todo proviene y trae su origen de los mundos espirituales y que, como Max Heindel dijo: “la materia es espíritu cristalizado.”

El final de la investigación científica aún no ha llegado. Y ¿quién podrá decir hasta cuándo dejará el hombre de descubrir nuevos intrincados misterios de Dios? Al presente, puede decir que ha llegado al término de las cosas finitas y se encuentra en el umbral de lo infinito. Pero, el verdadero misterio, el más grande entre ellos, la naturaleza de la vida, evade sus esfuerzos y no se deja sorprender. El sabio en física se ve obligado a admitir que existe un mundo invisible que evade sus esfuerzos físicos para ponerse en contacto con él. Y, mientras con más afán se dedica a la mejora y perfeccionamiento de sus instrumentos materiales, y gasta la vida entera en esfuerzos para desenmarañar el misterio del mundo invisible, no hace, por lo común, ningún esfuerzo por desarrollar el más valioso de todos los instrumentos, la maravillosa y complicada facultad, el poder que está dormitando en su interior, en una palabra, su visión espiritual. Solamente desarrollando sus facultades espirituales es como el hombre llegará a estar realmente iluminado, porque la iluminación es una conquista espiritual. El hombre no está iluminado de verdad sino cuando se desarrolla espiritualmente.

El universo, en su conjunto, está penetrado por el Principio Crístico y, así, éste puede ser absorbido y manifestarse en cada hombre. El que se ha desarrollado espiritualmente manifiesta muchísima más luz que el hombre común y, por lo mismo, atrae hacia sí conocimiento de carácter inusitado. Puede llegar a ser como un imán para atraer el conocimiento universal, si así lo desea, pues el deseo crea. Cuando se desea ardientemente una cosa, se la atrae. Hermosos pensamientos edifican en nuestras propias naturalezas hermosas cualidades y, análogamente, elevados pensamientos e ideales crean facultades espirituales.

Hay ocasiones en la vida del hombre en que éste se puede elevar a grandes alturas de exaltación espiritual, pero no puede permanecer en ellas y tiene que descender de nuevo a los bajos niveles de su desarrollo. Pero, cada vez que se remonta a esas alturas, aún cuando sólo sea por brevísimos momentos, se vigoriza su fuerza espiritual; cada vez que consigue elevarse a un estado espiritual superior, ha logrado con ello trepar un nuevo peldaño en la escala de la realización. La aptitud para sentir lo espiritual llega primero, la capacidad para ver viene enseguida. El cuerpo espiritual del hombre, como su cuerpo físico, necesita alimento. Pero el alimento que sustenta la naturaleza espiritual proviene del amor y de las aspiraciones elevadas. El cuerpo espiritual no necesita comida ni bebida; vive de las esencias espirituales que se extraen de los buenos pensamientos y de las buenas obras.

A medida que el hombre aspira al desarrollo espiritual, haciendo al efecto los debidos esfuerzos, construye dentro de su cuerpo vital los más puros y elevados éteres superiores, el luminoso y el reflector. En la proporción en que éstos se fortifican y se separan gradualmente de los dos éteres inferiores, el sentido espiritual se desarrolla. Cuando se han desarrollado y, mientras uno está funcionando aún en el cuerpo físico, puede conocer el mundo espiritual. Entonces, sus sentidos se tornan más agudos y siente, oye, ve y conoce cosas que están fuera del alcance de sus sentidos físicos, porque los vehículos superiores han sensibilizado todas las partes de su cuerpo.

Cuando uno está funcionando en el plano invisible en el cuerpo alma, no necesita de los pies para caminar, sino que levita; y, cuando uno piensa en un lugar, inmediatamente está en él. No existe la distancia en el Mundo del Deseo. Un hombre puede funcionar en él en tanto que su cuerpo permanece en la cama. Algunas personas se han desarrollado tanto, que pueden abandonar su cuerpo físico voluntariamente, incluso estando sentados en una silla, en la que se mantiene el cuerpo físico erguido.

El espíritu, en su cuerpo de deseos, no tiene peso. Flota en las regiones superiores. La única diferencia entre el Mundo del Deseo y el mundo material es el distinto grado de condensación del espíritu que entra en la formación de la sustancia de cada uno de ellos. El cuerpo de deseos vibra a una tasa muy superior a la que vibran los átomos del cuerpo físico. A causa de esa elevada rasa vibratoria, el cuerpo de deseos no es visible sino para los que han desarrollado la visión clarividente.

Los vicios y flaquezas, así como las virtudes y buenas características, ya sean activos o estén latentes en el hombre durante su vida física, son arrastrados con el ego al tiempo de la muerte, hasta el Mundo del deseo, en donde las bajas cualidades deben ser transmutadas y la basura, quemada. Cuando el hombre abandona su vehículo físico en la que llamamos muerte, todas sus ambiciones y deseos pasan con él al otro mundo, que es el Mundo del Deseo. Allí atrae hacia sí condiciones armónicas con la naturaleza de deseos que haya desarrollado en el mundo físico.

El hombre construye así su futura morada con cada pensamiento y cada acción que, en conjunto, conforman su vida física. Puede llevar una doble vida mientras esté en su cuerpo físico y engañar así, ocultando las cosas a sus amigos y parientes, pero a la vista de Dios y de los Señores del Destino, los embajadores que ayudan al hombre a recibir lo que se ha ganado, no puede ocultar la dualidad de su existencia. Para ellos, la vida interior del hombre es como un libro abierto.

En los mundos superiores, uno atrae hacia sí mismo las condiciones que él mismo creó en sus vehículos inferiores, porque todo es atraído por lo semejante. Max Heindel, en “El Velo del destino”, página 82, dice: “Como el tejedor siempre hace su labor por el envés de la alfombra, así nosotros estamos tejiendo, sin completo conocimiento de la finalidad del diseño y sin contemplar la sublime belleza que hay allí, porque está al otro lado, en la parte oculta de la naturaleza”. En verdad que el hombre está edificando para el futuro. Emplea como herramientas amor, esperanzas, deseos, pasiones, odio y miles de otras emociones. Todas las pasiones bajas van a construir el cuerpo, dentro del que vamos a funcionar, en la región Inferior del Mundo del Deseo. Este cuerpo atrae hacia sí las circunstancias que él mismo se ha creado.
Si la vida de una persona está llena de temor, cuando deja el cuerpo físico, - sea por la muerte o por el desarrollo oculto – entrará en la Región Inferior del Mundo del Deseo para encontrarse con las más desagradables condiciones. Se le aparecerán las cosas en las que su mente se ha aposentado en su cuerpo físico: espectros, serpientes o cualesquiera otras cosas que haya temido y cuyas imágenes se han incrustado en su cuerpo de deseos. Y ellas serán las que más lo mortificarán. Si su vida ha sido de lujuria y sensualidad, eso hará que se encamine hacia los perdederos del Mundo del Deseo, mucho más llenos de crimen y maldad que los perdederos de las grandes ciudades. En esos bajos estratos del Mundo del Deseo encontramos a los asesinos ajusticiado, a los que se ha hecho salir del mundo contra su voluntad; allí los vemos atraídos por la tierra y rebosantes de odio contra el juez y el jurado que los condenó; el odio de que estaban llenos al abandonar el mundo físico los mantiene adheridos a la tierra, con el anhelo de vengarse. El ebrio consuetudinario, que muere antes de haberse sobrepuesto al deseo de beber, se encamina también a esos perdederos y se aposenta donde pueda recibir los vapores del licor. Las gentes que fabrican licores en alambiques clandestinos en sus casas (nota: Recordemos que esta carta se escribió durante los años de la prohibición del alcohol en Estados Unidos), no se dan cuenta de que, ignorantemente, pueden estar manteniendo una horda de elementales que, a su tiempo, cortarán el chorro de la buena suerte y destruirán su salud.

En cuanto al hombre o mujer que aspira al desarrollo espiritual, existen en la actualidad muchos que están tratando , por todos los medios, de conseguir salir de su cuerpo físico. Millares de personas están pagando crecidas sumas a maestros que no son otra cosa que ciegos conductores de ciegos y que están empleando los métodos más peligrosos para separar del cuerpo físico los vehículos más sutiles. Tales métodos pueden dar al devoto, por corto espacio de tiempo, una conmoción y una vislumbre de los otros mundos, pero su acción es como la de separar el hueso de un durazno verde: el hueso no sale sino con una parte de la carne firmemente adherida, Lo mismo pasa al hombre o mujer que persiste en efectuar A LA FUERZA la separación entre los enteres superiores y los inferiores.

En la continuación de la evolución de la Tierra, el planeta tiene que pasar por eones de tiempo en su desarrollo., ciclos y ciclos; los pequeños ciclos ensanchándose en series de otros más grandes. La Tierra y el hombre están sometidos a la misma Ley. Un pequeño ciclo aporta pequeños cambios en la evolución de la oleada de vida; pero, a medida que los pequeños ciclos se confunden con los grandes, muy importantes cambios tienen lugar y todas las manifestaciones de la vida, en esos períodos, se afecta con ellos. Todo en el grandioso plan de Dios está sometido a esta Ley. Si nos concienciamos bien de lo que hay en el fondo de los hechos narrados en el primer capítulo del Génesis, veremos que esos supuestos siete días de la Creación no son días de veinticuatro horas como los que estamos acostumbrados a considerar, sino que cada uno de ellos es uno de los Grandes Días de Dios, un período en la formación del mundo, que se espacia entre una inspiración y una espiración del Creador.

Durante los tres y medio primeros períodos, el hombre estaba ocupado en construirse cuerpos y sus necesarios órganos. Durante este tiempo, se le enseñó por los Grandes Instructores, a cristalizar el espíritu en forma de materia. En esa etapa de su desarrollo, sólo estaba despierto y consciente en los mundos superiores, aunque inconsciente en el mundo físico; se le enseñaba a usar la sustancia de los varios mundos y modelarla construyéndose vehículos para sí mismo. Durante estos primeros ciclos, el hombre trabajaba con los elementos de cada uno de los mundos.. El Génesis solamente se refiere a la tierra y al desenvolvimiento de las cosas en este planeta.

En cada período se agregó un nuevo elemento. En el Período de Saturno – que podemos llamar el Primer Día de Manifestación – había tan sólo un elemento: el fuego. En el segundo período o Período Solar, el aire se añadió al calor de saturno. En el Período Lunar el agua fue agregada, con lo que se levantó una niebla de vapor caliente. En aquel tiempo el hombre era como los niños y se comunicaba con los demás por medio de los sentidos espirituales que poseía. No tenía cuerpo físico y no era capaz de ver de un modo material. No fue sino cuando llegó el Período Terrestre, cuando se vio a sí mismo en su aspecto físico.

Su despertar en el mundo material le costó la pérdida de su capacidad para verse como es en realidad, un ser espiritual, prototipo divino, una chispa de la Divinidad. Tan pronto como se dio cuenta de su existencia física, perdió los sentidos con que veía los mundos superiores; le fue entonces necesario aprender a trabajar y a luchar con los elementos. El espíritu humano debe desarrollar la voluntad por medio de la experiencia; y, por medio del sufrimiento, transmutar sus experiencias carnales en conocimiento espiritual. Por el hondo penetrar en sus relaciones mortales puede llegar a entender la emoción del amor humano y, a través de éste, sentir un algo del amor de la vida divina. Cuando el ser humano se ilumina y, por una mayor inteligencia y un gran amor, es capaz de entrar en la conciencia cósmica, se pone en contacto, con perfecta libertad, con los mundos que están por encima de este plano físico.

Se ruega al lector ver el diagrama nº 8 en la página 173 del “Concepto Rosacruz del Cosmos” y tomar nota del interesante modo cómo el espíritu peregrina a través de la materia, en ciclos de siete. Hay siete revoluciones alrededor de los siete globos y también hay siete grandes períodos en el mundo, a saber: Saturno, el Sol, la Luna, la Tierra, Júpiter, venus y Vulcano. Hallamos el número siete en conexión con los Siete espíritus Planetarios, cada uno de ellos, encarnando uno de los siete principios cardinales de Dios. Los siete días de la semana corresponden a los siete Períodos del mundo. El sábado corresponde al Período de Saturno, el domingo al Período Solar, el lunes, al Período Lunar, el martes, a la primera mitad del Período Terrestre, regido por Marte; el miércoles, a la segunda mitad de dicho Período, regido por Mercurio, en el que el hombre se halla ahora en su presente estado de desarrollo. Ved con cuánta claridad se puede leer este mensaje.

Cuán maravillosamente interesante es mirar hacia atrás en la historia del hombre y observar cómo el espíritu de Marte ha estado dominando la evolución humana; cual el belicoso espíritu del “mío y el tuyo” ha gobernado al hombre y, como este dios de la guerra ha impuesto sus quereres en toda la extensión de la Tierra; pero el hombre se está alejando gradualmente de sus tendencias guerreras y está comenzando a corresponder a la influencia de Mercurio. Vemos que esta tendencia se hace más fuerte de año en año. El deseo de la paz universal es cada día más poderoso y la Humanidad está dando pasos más y más avanzados hacia el desarrollo de la mente. Los niños de ahora son un buen ejemplo de ello. Son más despiertos de lo que lo eran los niños de antes y se están convirtiendo en un problema para los padres, que no son capaces de ir a la par con el desarrollo de sus chiquillos.

El jueves corresponde al Período de Júpiter. El viernes está regido por el planeta Venus y corresponde al Período de Venus. En los Períodos de Venus y Vulcano el hombre se elevará por encima de la división de los días. El Período de Vulcano incluirá la recapitulación de todas las espirales y giros de los precedentes seis Días de Manifestación.
Hemos seguido el camino de la involución y evolución del hombre a través de los siete Períodos, en relación con los siete días de la semana. Veamos ahora cómo también hay una relación mística entre los colores y los Períodos. Todos los principios celestiales se expresan en el color blanco, que es único, y se divide en los tres colores primeros, como se puede ver el diagrama nº 11 tras la página 220 del “Concepto Rosacruz del Cosmos”. Estos tres colores primarios contienen los colores del espectro y son expresión del Mundo del deseo. Allí todo es refulgente de colorido; es desde este mundo desde el que el artista recibe su inspiración, sus ideas para la mezcla de los colores y la pintura de sus cuadros.

Si pasamos más arriba, al Segundo Cielo, que es un mundo de materia aún más sutil que la del Mundo del Deseo, hallamos la manifestación del número místico siete en las siete notas de la escala. Aquí tenemos un mudo de sonido. Y la música celestial se expresa a sí misma en ese mundo, con el ritmo de la naturaleza. Cuando el hombre avanza en las diferentes etapas de su desarrollo, haciéndose capaz de penetrar a través del velo de la materia, tras el cual se oculta el espíritu, se hace apto para arrancar, en forma de manifestaciones físicas, otros de los grandes misterios de Dios. El artista, mientras está pintando, obtiene su inspiración, bajo ciertas condiciones, del contacto en que está con el Mundo del Deseo. El músico, el compositor, va más arriba aún para su inspiración, al contacto con el mundo del sonido; para el músico, el Segundo Cielo se abre y de allí recibe la inspiración para sus composiciones, durante el arrebato inspiracional.

Podemos ir más lejos aún y hallar la expresión del místico número siete en las Siete Palabras, como se ven puntuadas en el diagrama nº 2 de la página 47 del “Cosmos”.

Tenemos el Mundo Físico, el Mundo del deseo, el Mundo del Pensamiento, los Mundos del Espíritu de Vida y Divino, el de los espíritus Virginales y el de Dios. Cada uno de estos mundos está dividido en siete Regiones.

El mundo en que el hombre de mente material más se interesa al presente, es el mundo físico, porque, en esta etapa de su desenvolvimiento, es en este mundo en donde él está formando sus vehículos; es con materiales de materia cristalizada con los que está aprendiendo las lecciones que lo conducirán hasta la sabiduría con el conocimiento de cómo crear. Tiene que aprender, primero, a trabajar con sólidos, líquidos y gases, en las tres regiones inferiores de la primera división – o sea, la química – del Mundo Físico. Tan pronto como adquiera el conocimiento de las propiedades y usos de esos tres elementos, se le podrá tener confianza y dejarlo ir más arriba para que comience a conocer y manejar los elementos que pertenecen a la región Etérica del Mundo Físico.

Ya ha llegado a esta etapa al presente. El hombre está empezando a familiarizarse con la Cuarta Región del mundo Físico, que es la del éter químico y, aún con la quinta, que es la del Éter de Vida. El sabio botánico, lo mismo que el químico han estado inconscientemente trabajando con estos dos éteres inferiores. El hombre también los emplea inconscientemente en la construcción de su cuerpo etérico; igualmente, usa los éteres de las Regiones Sexta y Séptima en la percepción sensorial y en la memoria. Una pequeña minoría ha alcanzado la etapa de desarrollo en que pude emplear, de una manera consciente, el éter de la Séptima región. Por medio del desenvolvimiento de ciertas facultades espirituales, tiempo llegará en que los hombres sean capaces, gracias a su conocimiento, de usar conscientemente y con seguridad todos los éteres, por lo que al presente sólo el ocultista posee la comprensión de sus propiedades y usos.

Con el conocimiento y acertado manejo de esos éteres, nos vendrá el entendimiento espiritual relativo al control y dominio de los deseos, así como del cuerpo de deseos; sólo por el conocimiento del desdoblamiento del espíritu, tal cosa se podrá llevar a efecto. Sólo cuando el hombre sea dueño absoluto de sus deseos se le podrá confiar el conocimiento de las fuerzas de las diversas regiones del Segundo Mundo, el Mundo del Deseo. La alma-vida, alma-luz y alma-poder de este mundo se le pondrán entonces de manifiesto.

Pasamos ahora al Tercer Mundo, el Mundo del pensamiento, del que el hombre pude ganar la entrada. La mente que, apenas está en su etapa mineral, constituye el eslabón entre el triple cuerpo y el triple espíritu. La mente obra como un regulador que mantiene a raya y bajo control los deseos y la emociones. Análogamente, el Mundo del Pensamiento es un eslabón entre los tres mundos inferiores y los tres mundos superiores. En el estado presente de la evolución humana, el hombre está desarrollando la mente creadora; más tarde,, cuando haya avanzado bastante para poder funcionar y sentirse como en casa en el Mundo del Pensamiento, será el amo de su entorno. En ese tiempo se le podrá considerar como formando parte de los Maestros de Sabiduría.
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